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lunes, 22 de agosto de 2011

Lo mejor de lo peor


Criarte en un bar, tuvo su parte buena.
Las mayores inspiraciones que tuve de pequeña me vino estando allí.
Hubo una vez, en la que me encontraba en casa, ya que el bar había sido cerrado esa tarde por problemas de salud de Rafael, al cual al pobre, esa misma noche, le cortaron una pierna. Total que, como no sabía qué hacer, decidí coger las pinturas de acuarela y ponerme a pintar en una hoja de cuaderno pequeño. Cuando terminé el dibujo, mi abuelo se fijó en él y le resultó impactante, sin siquiera entender él de pintura. Me cogió el dibujo, lo metió entre un libro de medicina y se lo llevó a Clemente.
Clemente era el hombre más culto de todo el barrio. Su casa estaba llena de cuadros, de libros en todas clases de lenguas, de música clásica, fotografías, muebles antiguos que costaban un dineral, y además, era un hombre muy elegante.
Cada vez que iba a su casa, me ponía la canción del músico Ruso que creó a raíz de la historia de mi nombre y me enseñaba cuadros, y libros que ilustraban cuadros de los mejores pintores del mundo.
Cuando vio el dibujo, corrió hacia mi casa con mi abuelo. Me hizo firmar el dibujo, ponerle la fecha y mi edad de ese momento.
Recuerdo perfectamente lo que me dijo. Dijo que era un poco al estilo Dalí, de esos cuadros que miras y sólo ves rallas y manchas, pero, que tenía potencial, y que además, valía para eso.
Llegó un momento en mi adolescencia que dejé de pintar. A raíz de su muerte, me costó mucho volver a pintar algo. Era como sí, el mentor, mi mentor, se hubiera llevado mi don, como él lo llamaba.
Últimamente estoy dibujando más pero, no puedo evitar ponerme triste y melancólica. Cuando Clemente murió, también murió mi maña para dibujar, así que, puede que sonría cada vez que pinto algo al pensar en él, y, además de, no poder evitar dedicarle todo lo que pinto.

1 comentario:

Estela Rengel dijo...

Allá donde esté Clemente, seguro que se pone muy contento cada vez que te ve coger los pinceles, los lápices o los colores... :)