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martes, 21 de mayo de 2013

Hoy.


Diana se despertó, con una sola idea en la cabeza. Su muerte.
Caminó hacia la cocina y, se sirvió una taza de té que, previamente preparó.
-         -  Hoy es el día, hoy, me muero. – Le dijo a su gato, que le miraba con la cabeza ladeada.
Volvió a la habitación, y se sentó sobre la cama para beberse el té, mientras en la calle, las gotas de lluvia invadían el suelo desgastado por el paso de los años.
Un trueno, hizo a Diana pegar un brinco. Por el susto, derramó un poco de té, por lo que dio un salto de la cama, todavía con la taza en la mano y corrió, a por un pañuelo de papel, que tenía sobre el escritorio.
Se quedó paralizada, al contemplar su cuerpo en el espejo. Tenía 17 años, una madre gritona, un padre que le compraba tabaco para que se sintiera mejor, un gato que le lamía las lágrimas y un cuerpo con huesos que sobresalían de su sitio. Era miércoles, y pesaba 45 kilos.
Se terminó el té, sentada en una silla puesta frente a la ventana y, dejó el tiempo pasar, mientras miraba las gotas caer.
Media hora después, el té se encontraba frío. Diana continuaba mirando las gotas pero fue, un mensaje de móvil, lo que le hizo volver a la realidad.
- “Cariño, papá me ha dicho que te encontrabas mal. Si necesitas algo me llamas. ¿Quieres que te lleve al médico? ¿Has comido? Llámame. Mamá.”-
Dejó caer el móvil sobre la cama, cogió un papel y, al terminar de escribir, se volvió a tender sobre la cama.
Hizo memoria, intentando recordar la verdadera razón por la cual un día, dejó de comer.
Tenía 13, no, 14, puede que 15. Nunca supo cuando empezó todo.
Se sentía apagada desde hacía mucho tiempo, nunca estaba feliz y, todo los días, lloraba antes de ir a dormir, a veces, incluso, llegaba a apagar el cigarrillo con sus propias lágrimas.
- ¿Qué va a ser de ti? – Le habló a su gato. – Si me marcho, ¿qué harás? ¿Te irás con aquella gata blanca por la cual me abandonas por las noches?
Su gato, al oír su voz, se subió a la cama de un salto y, apoyó su cabeza, sobre el pecho huesudo de ella.
Diana intentó elevar el brazo para acariciarle la cabeza, pero no le respondía. Le costaba respirar y el otro brazo le dolía. La pierna derecha, comenzó a hormiguear y, la izquierda, simplemente le dejó de funcionar hace rato.
-         - Ya no siento nada. ¿Qué será de mí? – El gato, elevó la cabeza hacia la cara de su ama. - Gato, ¿me echarás de menos? - prosiguió. - Me hubiera gustado descubrir un poco más de la vida, ¿sabes? Eso que se dice del amor y del desamor. Siempre va unido.
Cerró los ojos, y puso atención a su estómago. Gruñía, al igual que sus tripas, desde hacía una semana.
Un calambre, le bajó por la frente, parándose en el pecho izquierdo. Acto seguido, una punzada, se introdujo dentro de su corazón.
- Estoy muy cansada, necesito descansar.
Una gota de lluvia, calló en una flor de color naranja. El último trueno, sorprendió a un niño que jugaba a las cartas con su abuela. Un perro, ladró al ver la luz del final y, la hoja en la que Diana escribió, se calló cuando esta, se desvaneció en un profundo sueño.


“Ha caído un trueno.
Llueve.
Se ahoga mi vida y,
con ella, mi alma.”

martes, 2 de abril de 2013

Feliz cumpleaños. (Relato)



Corey se despertó, como si fuese un día normal, como si no fuese su cumpleaños. Como si ese día, no cumpliera once años.
Su padre, fue a buscarle por la mañana, para darle su regalo de cumpleaños.
Corey, intrigado, se puso la ropa nueva, que su abuela le regaló en la noche y buscó desde la ventana a su padre, el cual lo esperaba, en la acera de en frente.
Le dio un beso a su madre, un codazo a su hermana, e, intrigado, corrió hacia donde se encontraba su padre.

- ¿Y mi regalo? - Le preguntó, al verlo sin nada en las manos.
- Está aquí.
- ¿Dónde? - Volvió a preguntar, mientras miraba por todos lados.
- Todo esto. - Señaló a su alrededor. - Esto es tu regalo.

Sin entender nada, Corey siguió a su padre, el cual caminaba decidido.
Bajaron una cuesta y se introdujeron en un parque. Allí Paul, lo llevó hacia las chabolas habitadas por toxicómanos.
Corey, se quedó impactado por tal visión.

- ¿Qué es esto? ¿Por qué me traes aquí?
- Son personas que eligieron mal su camino. Crearon un mundo nuevo del que ya no pueden salir.
- ¿Qué les pasa?
- Se drogan. Toman sustancias que les hace estar así.
- ¿Y por qué lo hacen?
- Porque, cuando empezaron, se sentían bien.

La siguiente parada, les llevó diez minutos recorrerla. Se encontraba en la periferia del barrio. Allí, cinco prostitutas extranjeras, intentaban conseguir el mayor dinero posible, en la mañana.
Una prostituta pelirroja, con pecas por todo el cuerpo y, un acento marcado, se acercó hacia Corey.
Este, asustado, se acurrucó sobre las piernas de su padre.

- ¡Qué niño más guapo! ¿Cómo llamas tú? - Al ver que no respondía, continuó. - ¡Pero no asustar! Yo buena.

Con una sonrisa, Paul continuó su camino, y se paró, frente a otra prostituta mulata, que le guiñaba el ojo desde que llegó.

- No te escondas. Mira.
- ¡No quiero! - Dijo enfadado. - Me da miedo.

Agarró a su hijo y, sosteniéndole, le puso frente a la prostituta mulata.

- Es extranjera, como todas las chicas que aquí se encuentran. Vinieron a España en busca de trabajo y, la única solución que encontraron fue esta.
- ¿Y qué hacen?
- ¿Venden su cuerpo?
- ¿Para qué?
- Para lo que el cliente quiera.
- ¿Ellas no pueden elegir?
- No. No tienen derecho. Ningún derecho. Ni opción. O es esto, o la muerte. Muchas no tienen papeles.
- ¿Papeles? – Dijo observando a otra chica, que leía una revista antigua, pensando que, su padre, se refería a eso.
- Sí. Permisos jurídicos que las hacen estar aquí, siendo legales. Vienen a España, ilegales, para buscar una nueva vida, pero, al no tener contratos de trabajo, no consiguen el permiso para residir legalmente en España, y, entonces, se quedan aquí escondidas y con miedo, siendo esta, su única salida.
Muchas de ellas, son traídas por malas personas, que, las obligan a esto.

Caminaron solo unos metros, y encontraron a varios vagabundos, muchos de ellos, borrachos y con la cabeza ida.

- Algunos se quedaron sin trabajo, otros, se divorciaron y otros, el alcohol les pasó factura.
- ¿No tienen casa?
- No. Viven aquí. Comen de la basura, y del dinero que ganan pidiendo, y, casi todo lo que ganan, se lo gastan en vino.
- ¿Por qué beben?
- Porque así no recuerdan su triste vida. Ni los felices que fueron. Muchos de ellos sufren vejaciones de personas que sí tienen casa. Duermen en la calle, por mucho sol, frío o lluvia que haga, y, hay veces, que no comen nada.

Dos vagabundos, se peleaban por una manta color canela, bajo la atenta mirada de otro, que bebía vino, desde el cartón.

- ¿Por qué se pelean? – Le preguntó Corey, a su padre.
- Porque es lo único que tienen.

Varios coches de policía, llamaron la atención de Paul, el cual, agarró la mano de su hijo, para correr hacia los coches.
Un chico muerto, yacía sobre el asfalto.

- Todos morimos. Algunos, no de viejos.

Paul puso atención a los transeúntes que, rodeaban al muchacho para observarle mejor. Paul, se enteró que había muerto, por un ajuste de cuentas.

- ¿Oíste? – Le preguntó a su hijo. – Cuchillada en el estómago por un ajuste de cuentas.
- ¿Cuáles cuentas?
- Ese chico, le debía algo a alguien y, al no pagar, la otra persona lo mató.
- ¿Por qué?
- Porque todos somos así. Tenemos la maldad y la venganza en nuestros genes. Nacemos para ser vengativos. Torturamos animales para alimentarnos. Algunos, incluso, nacen hasta para asesinar.

Corey lloró al mirar a los ojos del chico, ya, sin alma. Paul, le agarró la cabeza y, le cubrió los ojos.

- No mires. No tienes por qué hacerlo. El asesinato no es un espectáculo.

Salieron de la periferia, Corey incluso, todavía llorando. En la salida, encontraron a dos transexuales, ligeros de ropa y subidos en plataformas.

- ¿Y ellas? – Preguntó Corey extrañado.
- Los olvidados. Personas que nacieron en el sexo contrario.
- ¿En el sexo contrario?
- Son hombres. Pero se sienten mujeres.
-¿Cómo es posible?
- Su cabeza les dice que no son hombres. Se aborrecen así mismos cuando se miran al espejo. Lloran, al ver que, no tienen vagina. Hay algunos que se suicidan. Y el mundo, les rechaza.
- ¿Por qué?
- Por ser diferentes. Creen que, están locos. Que se lo inventan.
El mundo les rechaza. No les dan trabajo por ser transexuales, así que, la única solución que tienen es vender su cuerpo, como las chicas de antes. Los hombres que les aborrecen por las mañanas, les pagan por la noche.
Algunos de ellos, reciben palizas hasta morir. Este mundo está lleno de odio.
- ¿Por qué?
- Porque han sido criados así. Las religiones sobre todo. El Corán llega a pagar un pecado con un asesinato. La sociedad les marca, para que sean odiados y los otros, para odiar.
- ¿Y los que no lo hacen?
- Intentan cambiar el mundo, pero no lo consiguen. Somos demasiados hipócritas e intolerantes.
Vamos. Te invito a un helado.

Caminaron hacia la heladería más próxima. En el camino, Corey continuaba llorando.
Antes de llegar a la heladería, Paul sentó a Corey en un banco, para darle una última explicación.

- Esto es la vida Corey. Hay muchas cosas que debes conocer, y que descubrirás por experiencias propias, o por curiosidad.
Ya no eres un niño, y, por mucho que te crean así, o te confirmen que tienes once años, no. Ya no eres un niño. La vida no es maravillosa. A veces, te parecerá asquerosa e injusta.
Los cuentos que leías o las películas que veías cuando eras más pequeño no existen. Esto es la realidad. Hay violaciones, asesinatos, trata de blancas, comidas que producen cáncer, crueldad, personas inhumanas, peleas, prostitución, ladrones, corrupción, guerras… Hay incluso personas que, matan a otras por diamantes en países africanos. Niños que son obligados a ir a la guerra. Niñas, que son obligadas a casarse con solo 12 años, con el hombre que las violó. Países que atacan a otros con la escusa de ayudar en guerras.
Esto es la vida, y no es como te la contaron.

Corey se secó las lágrimas, convencido con la historia que su padre le contó, como las que le contaba de pequeño, solo que esta, tenía más realidad y datos gráficos.
Mentalmente, se preguntó, >>“¿A qué edad deja uno de ser niño?”<<

- Feliz cumpleaños, hijo.

La voz de su padre, le interrumpió el pensamiento.


A Jesús Franco, por enseñarme la otra cara del cine.
Descanse en paz.

jueves, 4 de octubre de 2012

El niño. (Relato)


Érase una vez un niño, huérfano de madre desde muy chiquito, que se crió junto a su padre por todos los lugares de España.
Su padre, trabajaba como domador de caballos, así que, el pobre niño, no tenía tiempo para ir a la escuela, pero por suerte, un día su padre encontró trabajo fijo.
El niño empezó la escuela muy contento, pero casi al finalizar el curso, así que, su profesor, le propuso una cosa:

- Te doy una oportunidad para que apruebas. Me tienes que escribir una redacción en la que me cuentes cuál es tu sueño. Si me parece real, te aprobaré el curso.

El niño, pensativo, caminó hacia su pupitre e imaginó su sueño. Lo tenía claro.
Quería una casa en mitad de 800 hectáreas, con 800 caballos, ventanas rojas, y, un sofá de cuero frente a una chimenea.
Pero eso no era suficiente, puesto que, no parecía real.
Desesperado, corrió hacia su casa y le preguntó a su padre que hacer, pero, no le resolvió su duda, así que, enfadado, y, con su cabeza dando vueltas, se quedó toda la tarde pensado sobre qué hacer.

Al día siguiente, caminó nervioso a clase, pero con la redacción en la mano.
Sin mucha confianza, se la entregó al profesor, y este, en menos de 5 minutos, le dio una respuesta.

- Estas suspendido.
- ¿Por qué? - Preguntó el niño incrédulo.
- Por que te pedí que escribieras algo real. Era muy fácil, y tú has escrito esto y, no es creíble.
Eres un pobre huérfano, el que se pasa más tiempo viajando que en clase. Vas a tener una vida miserable y      nunca llegarás a nada.

El niño enfadado, le arrebató el folio de las manos y corrió a su casa. Nunca jamás, volvería a clase.

Pasaron años y años, y, de casualidad, el profesor, encontró la vivienda del niño.
Llamó a su casa, nervioso por si no lo reconocería pero, este, le reconoció. Le hizo pasar y, le mostró la casa.
800 hectáreas, con una casa, de ventanas rojas. 800 caballos, y un sofá frente a una chimenea, y, en ella, una hoja de papel enmarcada, con la palabra >>Suspenso<< en grandes letras de color rojo.
El profesor, miró al niño, y comenzó a llorar.

- ¿Por qué lloras? - Le preguntó.
- Por que de todos los años que llevo de docencia  me he empeñado en destruir los sueños de mis alumnos y tú, con esto, me has demostrado que, por mucho que te destruyan moralmente, si de verdad crees en algo, se puede hacer realidad.

El niño, emocionado, abrazó al profesor y después de tanto tiempo, le perdonó.