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jueves, 4 de octubre de 2012

El niño. (Relato)


Érase una vez un niño, huérfano de madre desde muy chiquito, que se crió junto a su padre por todos los lugares de España.
Su padre, trabajaba como domador de caballos, así que, el pobre niño, no tenía tiempo para ir a la escuela, pero por suerte, un día su padre encontró trabajo fijo.
El niño empezó la escuela muy contento, pero casi al finalizar el curso, así que, su profesor, le propuso una cosa:

- Te doy una oportunidad para que apruebas. Me tienes que escribir una redacción en la que me cuentes cuál es tu sueño. Si me parece real, te aprobaré el curso.

El niño, pensativo, caminó hacia su pupitre e imaginó su sueño. Lo tenía claro.
Quería una casa en mitad de 800 hectáreas, con 800 caballos, ventanas rojas, y, un sofá de cuero frente a una chimenea.
Pero eso no era suficiente, puesto que, no parecía real.
Desesperado, corrió hacia su casa y le preguntó a su padre que hacer, pero, no le resolvió su duda, así que, enfadado, y, con su cabeza dando vueltas, se quedó toda la tarde pensado sobre qué hacer.

Al día siguiente, caminó nervioso a clase, pero con la redacción en la mano.
Sin mucha confianza, se la entregó al profesor, y este, en menos de 5 minutos, le dio una respuesta.

- Estas suspendido.
- ¿Por qué? - Preguntó el niño incrédulo.
- Por que te pedí que escribieras algo real. Era muy fácil, y tú has escrito esto y, no es creíble.
Eres un pobre huérfano, el que se pasa más tiempo viajando que en clase. Vas a tener una vida miserable y      nunca llegarás a nada.

El niño enfadado, le arrebató el folio de las manos y corrió a su casa. Nunca jamás, volvería a clase.

Pasaron años y años, y, de casualidad, el profesor, encontró la vivienda del niño.
Llamó a su casa, nervioso por si no lo reconocería pero, este, le reconoció. Le hizo pasar y, le mostró la casa.
800 hectáreas, con una casa, de ventanas rojas. 800 caballos, y un sofá frente a una chimenea, y, en ella, una hoja de papel enmarcada, con la palabra >>Suspenso<< en grandes letras de color rojo.
El profesor, miró al niño, y comenzó a llorar.

- ¿Por qué lloras? - Le preguntó.
- Por que de todos los años que llevo de docencia  me he empeñado en destruir los sueños de mis alumnos y tú, con esto, me has demostrado que, por mucho que te destruyan moralmente, si de verdad crees en algo, se puede hacer realidad.

El niño, emocionado, abrazó al profesor y después de tanto tiempo, le perdonó.

1 comentario:

Furia Tarsartir dijo...

Me ha gustado mucho. Hasta incluso me he imaginado la cara del profesor estilo a la de Risto jajaja así con mala leche y muy cabrón jajaja. Enserio te ha quedado muy bien.