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lunes, 8 de octubre de 2012

Salir del armario, o no.

Cuando tuve 15 años salí del armario como bisexual. Se los conté a mis amigos de aquel momento y todos lo comprendieron y me apoyaron. De hecho me dijeron ‘¡Ahora puedes ligar el doble!’
Sentía que estaba tan arropada por ellos que, pensé en que no me podría pasar nada, hasta que A se echó novio.
Yo siempre me sentí muy arropada por ella. Por ella y por su familia. Me escuchaba, me acompañaba a cualquier lugar que le pedía. ¡Fui hasta su primera amiga bollo! Pero, apareció D. Al principio pensó que yo también era heterosexual. Al fin y al cabo es lo normal. Tú novia tiene amigas y no piensas en ese momento que alguna pueda ser de la acera contraria, pero, hablando de una serie, me parece que fue, yo di claramente mi señal de homosexualidad, entonces fue cuando D, empezó como a encontrarse raro.
Nunca me quejé, debido a que hablaba conmigo, me preguntaba cosas sobre mí pero, digamos que, llegó un momento en el cual no pudo más. Llegué a sentir que D me desplazaba, puesto que, yo siempre había tenido una relación de amistad muy cercana a ella. No podía darle un beso para saludar, ni siquiera, un beso para despedirme. No le podía tocar el brazo ni hablar con ella a solas sin haber nadie alrededor de nosotras. Él, llegó a sentirse amenazado, y yo, a sentirme discriminada.
Una tarde, en un parque de mi barrio, D, junto a otro chico empezaron a mover la mano como la ‘típica pluma gay’ junto con un bolso en la otra. Lo que más me sorprendió de la situación fue cuando tiró el bolso hacia el banco y exclamó: ‘quita, a ver sí se me va a pegar algo,’ mientras todos se reían.
Yo sentía que me moría. Que me ahogaba. Llegó un momento en que me cansé de vivir ese ‘maltrato’ todos los días que me hizo estallar en el mismo parque unos cuantas noches después. Y creo que, jamás me sentí tan discriminada. Comprendí que, eso no estaba bien. Mis palabras dieron pasos a mis lágrimas y creo que ellas completaron el puzzle que me faltaba para decir: ‘Hasta aquí llegamos.’
Llegué a sentir que era un chaval de los años del Franquismo que salía a la calle para combatir contra él. Era como si D fuera el mismísimo Franco.
Al día siguiente, un amigo que estaba esa noche en ese parque, fue en busca de ellos dos para contarles que me sentía discriminada, pero, al final, el intento de buena voluntad acabó en pelea puesto que, como se tiende a decir, el amor es ciego, y ella no me creyó, de hecho, defendía a D alegando que todo lo que hacía era bromas.
Estoy feliz ahora mismo. Contenta por tener cerca a las personas que tengo. Creo que, igual necesitaba crecer un poco más como persona para darme cuenta que no solo te discriminan por ser el rarito de la clase a los 13 años. La vida es una lucha constante, en la que vas a dejar a personas detrás, así que, a todos los que no se atreven a dar ese paso, os cuento por propia experiencia que, llorar no es bueno, y que si ellos no te aceptan, otros si lo harán. Sal a la calle y grita: ‘Este soy yo, soy un héroe, y debes respetar como soy.'

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