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martes, 17 de junio de 2014

Heridas de guerra.

Mi barquito.
Cuando tuve dos años, me pasaron dos cosas con una diferencia sólo, de cuatro meses. En verano me caí por las escaleras, y rodé desde el primer piso, hasta el bajo. En invierno me quemé con una estufa de camilla.
Cuando en abril ingresaron a Sergio por su enfermedad, el médico le dijo que le tenían que operar para quitarle diez centímetros de intestino. Cuando salió de la operación, su madre fue la única persona que pudo hablar con él y aunque, se llevó cinco días en la UCI, era tal cantidad de medicamentos que llevaba encima, que el no recuerda nada.
El día que le dieron el alta, su habitación se llenó de gente dándole la enhorabuena y, cuando llegó a casa, los familiares y yo, hacíamos turnos para darle besos y abrazos, además, todos coincidían al decirle: ahora tienes una herida de guerra.
Cuando Sergio llegó a casa, tenía los brazos llenos de pinchazos por haber recibido comida intravenosa para que ganara peso, una punzada en la espalda, al haber recibido la epidural antes de la operación y tres cicatrices en la barriga, una de ellas de casi diez centímetros de largo, que le rodeaba el ombligo.
Actualmente sólo conserva la grande y la cicatriz donde le metieron las pinzas.

El pasado sábado en su casa, mientras quitaba mi mano de su barriga después de haber tocado la cicatriz, su madre me preguntó si yo tenía alguna, y eso me hizo pensar.
Al igual que los tatuajes o las arrugas, las marcas que se encuentran en tu cuerpo es una extensión de tu historia, y por eso creo que son importantes lucirlas, y enseñarlas con orgullo y, al igual que Sergio, proclamar nuestras heridas de guerra.

Yo tengo una especie de barco en mi mano izquierda, por haberme quemado con la estufa y, en la mano derecha, tengo una línea ondulada sobre el dedo corazón y anular.
Tengo un círculo marrón en el muslo derecho, por haberme quemado el año pasado con café.
Dos marcas de cortes en la pierna derecha, del año pasado, por haberme cortado con la cuchilla.
Un hueco en el dedo anular izquierdo, donde tendría que tener fuerza, pero no la tengo, porque en el 2012 me pillé el dedo con una máquina, y me arrancó la uña, y toda la carne de ahí.
La marca de un corte en la muñeca derecha, que parece como si me hubiera intentado suicidar.
Una cicatriz diminuta dentro de la pupila, a raíz de la infección que cogí en el del año pasado.
Una línea blanca en mitad del dedo gordo del pié derecho, porque jugando con la pelota me di un golpe contra el pié de Joaquín.
Y siempre tengo arañazos y moratones, porque me rasco bestialmente y siempre me doy un golpe.

Proclamo a todos, que contéis vuestras marcas y por qué la tenéis, pero sobre todo, que la contéis con orgullo.


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